A modo de síntesis podemos afirmar que gracias a la interpretación de los textos y diversos documentos llegados hasta nuestros días, cuyos protagonistas fueron el Correo Mayor de Valencia, Pedro de Valda y Mota, y su homólogo en el Reino de Aragón, Bartolomé Bernardo de Albión, la existencia ya desde el siglo XVI de una tarifa denominada de costumbre, un baremo de tasas que a pesar de no existir una legislación que lo regulara era aplicado de forma mayoritaria a la correspondencia enviada por los particulares entre unos y otros Oficios de Correo.

En dicha tarifa de costumbre el factor distancia, al igual que ocurre hoy en día, no era un factor determinante ni tenía relevancia alguna, sino que la tarifa era proporcional al volumen y establecía el importe de medio real, 17 maravedíes, como base por el envío de una carta. La carta sencilla que era tasada con medio real, 17 maravedíes, estaba compuesta de un pliego de papel cuya medida en aquellos años era ligeramente superior al tamaño DIN3 actual; a una carta de dos pliegos se aplicaba un porte de 1 real o 34 maravedíes; la de tres pliegos un real y medio, y así sucesivamente seguía la proporción. Para sustentar con datos fidedignos el empleo de esta tarifa hemos recurrido al estudio que se realizó sobre el archivo Simón Ruiz (1553-1630), constatando que el empleo de la tarifa de costumbre era una realidad, siendo la base de ésta medio real, 17 maravedíes en moneda castellana, el porte por el envío de la carta de un pliego.

El inicio y la apertura del correo a los particulares tuvo su origen en los diferentes Correos Mayores que gestionaban un territorio postal, éstos llegaban a acuerdos con Correos Mayores de otros ámbitos geográficos y establecían, para su explotación y lucro del negocio, un sistema de intercambio postal basado en estafetas que comunicasen sus Oficios de Correo con una frecuencia fija. La costumbre de la época dictaba que si recibías una carta era casi obligado responder a la misma, creándose de esta manera un tráfico postal ininterrumpido, siendo el Correo Mayor de destino quien cobraba el porte de las cartas que recibía. Este nuevo sistema postal fue tan lucrativo que dio origen al denominado Pleito de las Estafetas, donde diversas partes litigaron por su control, inclusive hasta el propio Rey que fue quien obtuvo finalmente los derechos de su gestión.

Es muy importante remarcar que la anotación del porte era realizada por el propio remitente, como así atestigua la grafía de los sobrescritos donde la misma mano es la que escribe el nombre del remitente, destino y la anotación del porte. Esta era la práctica empleada de forma general en los siglos XVI y XVII y que debido a ello se hizo norma. Este aparente y sencillo hábito fue uno de los mayores problemas a los que se enfrentó la centralización del servicio postal con la incorporación del correo como una renta más a ser gestionada por la Corona a partir de 1717, como se verá más adelante, y que costo años erradicar de la mentalidad colectiva del público.

El motivo que dio origen a esta práctica no está claro, pero es una evidencia que cuando se abrió el servicio postal a los particulares eran los Correos Mayores quienes tenían la potestad de aplicar los portes, y posiblemente los remitentes en previsión de que no se les aumentase la tasa por el envío de una carta lo anotasen ellos mismos. En el Oficio del Correo Mayor del punto de origen era donde se debía de realizar la tasación del envío pero nos consta que éste no tenía facultad, y sí muchas limitaciones, para rectificar aquellos sobrescritos que ya eran depositados con el porte manuscrito, pese a que si tenía la facultad de poder retener y no enviar aquellas cartas que no se ajustaran a la tarifa, pero sino enviaba las cartas ya porteadas éstas no generarían una respuesta, siendo ésta la base de obtención de sus ingresos y, por tanto, mayoritariamente las cartas se enviaban.

También resulta significativo resaltar, y el archivo Simón Ruiz lo evidencia, que a pesar de la tarifa de costumbre que establece el medio real por pliego respectivamente como base para el cálculo proporcional del porte, existe una multitud de otros portes, que aunque son casi residuales, proporcionalmente hablando, su presencia no deja de ser un indicador de que otros factores podían influir en la aplicación de la tasa. En concreto está documentada la existencia de 17 portes diferentes aplicados a la correspondencia atesorada en este fondo de correspondencia, siendo los importes de 8, 10 y 12 maravedíes los mayoritarios dentro de este escaso grupo de tasas ajenas a la tarifa de costumbre que era la generalmente aplicada.

Existen diversas hipótesis para dar una explicación del porqué de estos portes más moderados, entre las cuales señalaremos algunas que cabe destacar: pudieron deberse a acuerdos o convenios puntuales establecidos entre los remitentes y los Correos Mayores de origen como también a incentivos a los remitentes por el envío de sobrescritos, a una mayor remesa de envíos una reducción en el porte pasando de un cierto número de cartas enviadas, o por último, quizá aparecieran algunas cartas escritas en medio pliego de papel a las cuales no podría aplicarse el criterio establecido de medio real por pliego acorde a la tarifa de costumbre, cartas a las que resulta obvio se debiera reducir la tasa aplicada a la hora de establecerla.

A medida que avanza el siglo XVII podemos observar que se siguen manteniendo las costumbres comenzadas años atrás, el estudio que hemos llevado a cabo sobre la correspondencia dimanada del Fondo Carminati (1649-1674), aunque mucho menos cuantiosa que la guardada en el Fondo Simón Ruiz (1553-1630), sigue mostrando que el sistema postal imperante apenas ha evolucionado y se continúan manteniendo las mismas prácticas empleadas años atrás y, por tanto, profundizando aún más, debido a su extensión en el tiempo, en unas costumbres que posteriormente se padecerán en los Oficios de Correo una vez se instaure su centralización por parte del rey Felipe V.

El 1 de noviembre de 1700 muere en Madrid el Rey Carlos II sin dejar descendencia, fue el último de los Habsburgo en sentarse en el trono español, y la sucesión en la Corona de España origino un conflicto internacional que desembocó en la que se denominó como Guerra de Sucesión. Casi todos los soberanos europeos reconocieron a Felipe de Anjou, el primer Borbón que reinó en España, como heredero al trono español y lo hizo bajo el nombre de Felipe V, quien llega a Madrid el 18 de febrero de 1701 cuando contaba tan solo con 17 años de edad.

La Guerra de Sucesión, como indica su nombre, enfrentó a dos bandos por el objetivo de conseguir la supremacía real para sentarse en el trono español. Como en todos los conflictos bélicos es necesaria una constante fuente de ingresos para poder costear el enorme gasto originado y en esa situación se llega a 1706 cuando Felipe V resuelve incorporar a la Corona todos los oficios que por cualquier título, motivo o razón se hubiesen enajenado o desagregado de ella, con ello se perseguía ir centralizando todos los resortes financieros y de poder, típica manera de actuar de los Borbones.

El Correo era uno de estos oficios cuyos privilegios estaban en manos de la familia Vélez y Ladrón de Guevara, Condes de Oñate, éstos presentaron los Títulos por los cuales tenían otorgado el título de Correo Mayor de España en la denominada Junta de Incorporación, la cual una vez hecha la liquidación acordó compensarles con 868.471 reales y 33 maravedíes, pasando de esta forma a incorporarse el Correo como una renta más a ser gestionada por la Corona. La propia necesidad de financiación de la guerra obligo a Felipe V a tener que arrendar nuevamente los Oficios de Correo desde el 1 de agosto de 1707 con una duración de cuatro años a Diego de Murga, Marqués de Monte-Sacro. Pasado este período nuevamente volvieron a arrendarse los Oficios de Correo, esta vez a la persona de Juan Francisco de Goyeneche, desde agosto de 1711 hasta el 10 de agosto de 1716.

Unos días antes de finalizado este último arrendamiento y motivado por la consolidación en el trono español de la Casa de Borbón, Felipe V nombra el 8 de julio de 1716 en la figura de Juan Tomás de Goyeneche al primer Juez Superintendente y Administrador Principal de las Estafetas de dentro y fuera del Reino, y le encarga hacer del Correo un servicio más uniforme, seguro y mejor administrado. En tan solo 4 meses se realizaron importantes reformas y lo que es más importante, se formó un primer Reglamento dado el 2 de diciembre de 1716, cuyo objetivo principal perseguido quedaba perfectamente definido en la primera frase del mismo: “Conbiniendo quitar las desigualdades que a habido en los portes de dentro y fuera de España……”.

FUENTES DOCUMENTALES:

  • -. El Correo en el Renacimiento Europeo. Estudio Postal del Archivo Simón Ruiz (1553-1630). Fernando Alonso García, Año 2004, Madrid: Fundación Albertino de Figueiredo para la Filatelia.
  • -. Anales de las Ordenanzas de Correos de España. Tomo I, Prólogo.
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